Carlos Rodríguez Braun: “La irresponsabilidad de los políticos explica la situación en la que estamos”

 en la sección Al día

Entrevista a Carlos Rodríguez Braun, Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid 

M. Martínez García   I   maria.martinez@mercados21.es   I   1/10/2012

Doctor en Ciencias Económicas, Carlos Rodríguez Braun (1948), que fuera director de España Económica y subdirector de Cambio 16 y del programa El valor del dinero en RTVE, ha publicado libros, ensayos y numerosos artículos en la prensa nacional e internacional. En la actualidad es columnista de varios medios y comentarista en Onda Cero Radio, Antena 3 TV y Telemadrid. Acaba de presentar Economía para andar por casa (Lid Editorial) junto a Olvido Macías, Ignacio Rodríguez y Pedro Pablo González.

¿Supone la crisis el fracaso del modelo capitalista? ¿Ha fallado la ética, ha sobrado la avaricia?

Carlos Rodríguez Braun: “La irresponsabilidad de los políticos explica la situación en la que estamos” Carlos Rodríguez Braun en su domicilio de Madrid. FOOT: M. Martínez.

Estamos ante una crisis provocada por el intervencionismo de los políticos. Hablar de régimen capitalista es una ficción. Vivimos en sistemas híbridos de libertad y coacción, híbridos de mercado y Estado, híbridos de sociedad civil y política. La mayor parte de los mercados están regulados y algunos super regulados. No hay más que pensar en las finanzas, la banca, la energía… No se puede hablar por tanto de sistema capitalista. El argumento de la avaricia es absurdo, porque si explicara las crisis estaríamos siempre en crisis, ya que no hemos dejado de ser avaros. Son tesis a las que se recurre para desviar la responsabilidad de donde debe estar, que es en las autoridades. Las monetarias en primer lugar y las fiscales y económicas en segundo término. Si hay algo que ha fracasado es la intervención política y no un capitalismo que casi no existe o al que no se deja funcionar.

¿Tiene que salvar Alemania el euro a toda costa? ¿En qué medida la actual situación ha significado un retroceso en el proceso de construcción europea?

El euro no fue una decisión libre de los ciudadanos, sino una imposición política. Nos impusieron una moneda y a partir de ahí empezaron a generarse problemas que son políticos. Echar la culpa a Alemania de lo que nos pasa es ignorar que no a todos los países les va igual de mal. ¿Por qué Holanda o Canadá van bien y nosotros mal? Los problemas que tenemos tienen que ver con nuestras autoridades y lo mal que lo han hecho a lo largo de las últimas décadas.

Si finalmente España es más rescatada de lo que ya está, ¿a qué nuevas cargas deberá hacer frente el contribuyente?

El rescate es un señuelo porque en realidad a quien se rescata es a los gobernantes. El Gobierno recibe un dinero que no tiene que quitar a sus propios ciudadanos sino que los políticos de otros países cobran impuestos a los suyos y parte de ese dinero se lo dan a sus colegas de los estados rescatados. Lo estamos más o menos desde hace tiempo porque las autoridades europeas y el BCE intervienen en nuestra economía. Para mí, la utilización del rescate es una trampa, ya que traslada fuera de la esfera nacional lo malo cuyo coste político las autoridades no quieren asumir. De ahí viene toda la historia de que hay que subir los impuestos porque nos obliga Europa, lo cual es una falsedad. Los impuestos se suben porque los políticos no han recortado el gasto público lo suficiente.

¿Es el momento de revisar la estructura territorial española o la crisis es una excusa por parte de aquellos que lo plantean?

Es una excusa, en efecto. Si la crisis fuera producto de las autonomías, países más centralizados no hubieran tenido problemas y hemos visto que ha habido crisis en todas partes. La causa no es nuestra estructura territorial, lo que ha sucedido en España es que la descentralización, que ha sido muy notable desde la transición, ha venido acompañada de un aumento espectacular del gasto público. En los últimos 30 años ha subido de forma enorme y bárbara, precisamente al contrario de lo que los ciudadanos desean. Es muy interesante que se alegue que la democracia es el régimen político que refleja las preferencias de la ciudadanía cuando todas y cada una de las veces que se pregunta a la gente si quiere pagar más impuestos la respuesta es que no. Preferimos pagar menos y no hemos hecho otra cosa que pagar más. Esta es la realidad, a partir de ahí se generan trucos y trampas para echar culpas y balones fuera.

¿Es también entonces una falacia que sea nuestro modelo territorial el que ahuyenta a los inversores?

Lo que ahuyenta a los inversores es la gestión de las autoridades. Si es mala, si sube impuestos y no reforma los mercados ni liberaliza ya tenemos la raíz de la crisis.

Se habla mucho de la necesidad de apostar por la marca España. ¿Cuál es la percepción de los españoles fuera? ¿Por qué se nos acusa de falta de productividad un día sí y otro también?

Si hay algo que tenemos bueno en nuestro país son los trabajadores y los empresarios. Son ellos los que han tirado de la economía y la han transformado de manera espectacular, los que han pagado fabulosas sumas de impuestos… Hay que estar muy orgullosos de nuestras empresas a todos los niveles y su presencia internacional es tremendamente superior a la que tenían hace 30 ó 40 años. Eso es un mérito de los empresarios. Y ahora resulta que, como estamos en crisis, han de juntarse con los políticos y promover la marca España. Esto es una cortina de humo. Lo que hay que hacer es gestionar bien. Las empresas así lo han hecho, mientras que los políticos han gestionado fatal, subiendo el gasto público de forma irresponsable cuando no hay expansión económica y no reduciéndolo cuando llega la crisis. En esa irresponsabilidad radica la explicación de la situación en la que nos encontramos. Los políticos deberían primero mirarse en el espejo ellos mismos y no señalar a las empresas, que la mayor parte de las veces han de salir adelante a pesar del Gobierno y no gracias a él.

¿Habrá algún día políticos eficaces? ¿Por qué no atrae la carrera política a personas con talento?

El Estado no es una empresa, ni una comunidad de vecinos, ni una iglesia o una cooperativa. Es el monopolista de la coacción. No necesitamos a un Amancio Ortega por ejemplo para que nos saque de esto, pero sí a políticos con principios que dejen a las personas y a las empresas actuar sin poner palos en las ruedas. Pero esto no lo tenemos. Cuando el Estado se expande empiezan a aparecer los profesionales de la política. Si los estados fueran pequeños habría muchos menos políticos y burocracia y no existiría la carrera política financiada con el dinero de los contribuyentes. Hace un siglo era normal que los políticos fueran particulares que no sólo no ganaban dinero sino que lo ponían de su bolsillo. La situación ahora es totalmente diferente con gigantescos estados y burocracias y políticos dedicados todo el día a quitar a la gente la libertad y el dinero, aunque mientan diciendo que es por su bien.

Carlos Rodríguez Braun: “La irresponsabilidad de los políticos explica la situación en la que estamos” FOTO: M. Martínez.

Se nos vende que España es un país muy poco emprendedor en relación con los de su entorno…

El pensamiento mayoritario desplaza la responsabilidad desde el poder a la sociedad civil. Si hay crisis es por culpa de la avaricia de la gente, de su consumismo… Ahora resulta que los políticos han descubierto que los emprendedores son algo bueno. Esto es un camelo. España tiene tradición empresarial y hay emprendedores grandes, medianos y pequeños. No hay que hacer leyes para ellos, hay que dejarlos en paz. Esta idea, que es muy sencilla y modesta, requiere políticos que sean capaces de contener y reducir el Estado, de eliminar trabas y bajar impuestos, de quitarse de en medio. En cambio, hay muchos dedicados supuestamente a fomentar algo que se fomenta solo, sin el castigo que representan las administraciones públicas, sus regulaciones y sus tasas.

Los gobernantes dicen estar muy preocupados por la fuga de cerebros. ¿Nos pasará factura?

Es un nuevo ejemplo de ese traslado de la responsabilidad fuera de las autoridades al que aludo. Resulta que los jóvenes se van de España y se lamentan por ello… Igual tiene que ver con que el índice de paro juvenil en nuestro país supera el 50%. Con esas cifras, ¿uno se va a preocupar de los que se van? Mucho mejor que se fuguen a que se queden aquí a engrosar las listas de desempleados. Lo que ocurre es que, una vez más, se desvía la atención. Lo malo es esa tasa de paro y no es culpa de los jóvenes, ni de los trabajadores, ni de los empresarios. Son los políticos los que han creado ese problema, que en España es muy antiguo, heredado de la dictadura franquista y que ningún Gobierno democrático ha tenido la valentía de resolver. En cambio, han apostado por políticas intervencionistas que han traído las consecuencias desastrosas a las que estamos asistiendo.

¿Ayudaría a mejorar las cosas una lucha mucho más contundente contra el fraude fiscal? El Gobierno de Mariano Rajoy apostó por una amnistía que ha tenido resultados lamentables…

El fraude fiscal es una trampa porque sitúa el problema de la fiscalidad en los que no pagan impuestos. Y el problema está en los que pagan, que pagan cada vez más. La responsabilidad es del Estado, que cobra los impuestos y genera enormes incentivos para el fraude al elevarlos y, luego, pretende luchar contra algo que ha creado él mismo. Recuerdo una campaña de la Agencia Tributaria de hace muchos años que decía “Paguemos más, para pagar menos”, en la idea de que había que pagar mucho para evitar la evasión y luego rebajar la carga fiscal. No puede haber una mentira más monstruosa. Jamás ha bajado la presión fiscal.

¿Responde la situación de las universidades españolas a la del país? No tenemos premios Nobel en ellas, ¿cómo podrían ser más autosuficientes y competitivas?

El Estado no debería gestionarlas. No tenemos un problema genético con la educación y lo digo con el conocimiento que me da haberme dedicado desde hace más de 40 años a la docencia. Hay muchos académicos españoles de altísimo nivel que triunfan fuera y no hay más que echar la vista a dos estadísticas: el desprestigio de la Universidad española y, al tiempo, el hecho de que escuelas de negocios como IESE, ESADE o IE compiten en la liga de las mejores del mundo. Son españolas, con profesores españoles, creadas aquí. ¿Cómo es posible? El problema no es de la educación española sino de los políticos que determinan que las universidades sean masivas, sin criterios de selección de alumnos ni de profesores, sin que se pague la educación, lo cual infla la plantilla de estudiantes y docentes. ¿Qué diría por ejemplo el rector de la Universidad de Chicago si llega el ministro de Educación español o el consejero de turno y le dice que le va a enseñar cómo organizar la Universidad? Pues le llevaría a ver su galería de premios Nobel en primer lugar y en segundo, le acompañaría a la puerta. Los Nobel están en universidades privadas, pequeñas, elitistas y con mecanismos de beca inventados desde hace siglos para que los buenos estudiantes sin recursos puedan estudiar, pero sin ministerios por encima, consejerías, burocracia y mucho menos sindicatos.

Se prevé un otoño caliente en el sentido de un aumento de la contestación social contra los recortes del Gobierno, las subidas impositivas…

Uno de los engaños más grandes de nuestro tiempo es la proliferación de la palabra social. Llamamos social a grupos de gente que salen a la calle a manifestarse. Eso no es la sociedad, la sociedad somos millones de españoles que estamos intentando salir adelante: tú, yo y tantos otros… Si hay algo que no responde a la sociedad son los sindicatos. No viven de las cuotas de sus afiliados sino de las subvenciones políticas y son un grupo de presión más. Los trabajadores, en general, no tienen ningún respeto ni por los sindicatos ni por los partidos políticos, que tampoco viven de las aportaciones de sus simpatizantes sino de los impuestos que nos obligan a pagar a los mal llamados contribuyentes, porque esa palabra sugiere que contribuimos como lo haríamos a una cuota voluntaria de un club, por ejemplo. No hay por tanto contestación social sino contestación política, de grupos pequeños y organizados que pueden llegar a extremos de violencia importantes, como esas personas que, dirigidas por un alcalde de Izquierda Unida, asaltan supermercados y dicen que lo hacen porque la sociedad tiene que contestar. Pues no, mire usted, eso es un robo y no tiene nada que ver con la sociedad. Si la pregunta es si habrá más actos de agitación de este tipo, la respuesta es sí, en especial porque gobierna la derecha.

¿Y no hay ningún Gobierno que le ponga el cascabel al gato, que recorte de forma estructural la Administración, que revise la financiación de los sindicatos…?

De momento, no. Por complicidad, por cobardía, por confusión… Pero, sobre todo, porque si empezamos con el discurso de que los sindicatos tienen que autofinanciarse, el paso siguiente es que se autofinancien los partidos políticos, la iglesia… ¿Y por qué no la CEOE? Aún sigue prevaleciendo la idea de que los políticos son los que organizan y mandan en la sociedad, como si viviéramos en un tribu con un jefe que dirige las actividades de todos. Eso corresponde al mundo primitivo. Las sociedades modernas no son tribus en las que todos van en la misma dirección y tienen el mismo objetivo. A las personas que cumplen las reglas habría que dejarlas en paz y eso los políticos no lo cumplen.

¿Qué va a ocurrir con el sistema público de pensiones? El Ejecutivo ha dado el campanazo anunciando que las subirá…

El Estado no paga pensiones porque la pensión sugiere que hay un fondo de capital ahorrado por los ciudadanos, por eso las únicas pensiones propiamente dichas son las privadas. El sistema público es un sistema redistributivo de reparto diabólico que ha quitado a los trabajadores la capacidad de ahorrar para su futuro y que pone el dinero en manos del poder político, que es el que decide cuánto cotizamos, cuánto tiempo, qué pensión vamos a cobrar, cómo… Los países que han reformado sus sistemas de pensiones son generalmente pobres porque la crisis del proceso de reparto deslegitimó las pensiones públicas y preparó a la ciudadanía a que aceptara el tránsito al único sistema de pensiones genuino, que es el privado. Aquí no va a pasar nada de eso a corto plazo, por eso el futuro es que cada vez se pagarán menos pensiones, se bajarán. Los responsables de los partidos no quieren cambiar la situación ni soltar esos fondos. Ninguno.

¿Cuál es entonces, a su juicio, el modelo a seguir: el chileno, el de los colegios profesionales con mutualidades?

El sistema chileno no es plenamente libre ya que obliga a los ciudadanos a ahorrar al menos un 10% de su sueldo en fondos y lo ideal es que cada uno ahorre lo que y como quiera. El Estado del Bienestar no es un invento moderno. Si hubiera libertad lo lógico es pensar que la gente tendería a organizarse. Los sindicatos y mutualidades del XIX indican que los ciudadanos se suelen agrupar para proteger sus intereses. Si mañana desaparece la obligación de cotizar a la Seguridad Social lo normal es que los maestros, los trabajadores de la construcción… se organizaran para brindar un sistema de ahorro a sus afiliados. O que cada uno ahorrara por su cuenta.

¿Se ha hecho algo bien en los cinco años que llevamos de crisis? ¿Qué es lo que hubiera ayudado más a no estar como estamos?

Lo que se ha hecho bien se ha hecho en el sector privado. El sector privado se ajusta mucho y habla poco. El sector público se ajusta poco y habla mucho. El terrible ajuste que han soportado trabajadores y empresarios, tremendo, revela la fortaleza de la sociedad. Las miles y miles y miles y miles de empresas que han debido cerrar lo han hecho solamente porque el sector público no se ajustó, no bajó el gasto público y en vez de bajarlos subió los impuestos, justo lo que no hay que hacer en época de crisis porque es lo más dañino. Todas las reformas liberalizadoras de mercados no se han hecho, no han desaparecido los palos de las ruedas a los creadores de riqueza que son los empresarios, se ha petrificado a los trabajadores en el paro. Lo bueno está en el sacrificio y la capacidad de cambiar y adaptarse del sector privado. Si hay algo que nos va a sacar de la crisis va a ser eso. El comportamiento de los políticos ha sido lamentable, en todos los casos y en todos los partidos.

Pero, además del endeudamiento público, también ha habido mucho endeudamiento privado…

Es verdad, pero, ¿por qué? ¿Por qué la gente se endeudó tanto? Porque el crédito estaba muy barato. Hemos tenido una política monetaria expansiva que redujo artificialmente los tipos de interés y abrió una brecha entre el ahorro y la inversión, generando un exceso de inversión, malas inversiones y crisis finalmente. Una vez más se vuelve a trasladar la responsabilidad a la gente. Porque, ¿quién abarató los créditos? ¿quién colocó los tipos de interés iguales a cero o negativos? ¿La madre Teresa de Calcuta? No. Los bancos centrales, que son organismos públicos y no privados, de los gobiernos. Bajan los tipos de interés de forma artificial y, cuando generan la burbuja, echan la culpa a la gente.

Se está demonizando mucho a los mercados, igual que a la canciller Merkel y a Alemania. Usted es autor de un libro llamado ‘Estado contra mercados’. ¿Por qué se inoculan estas ideas en la opinión pública?

Una de las claves de la pérdida de libertad es su demonización. El poder político tiene que demonizarla para recortar los derechos de los ciudadanos y de ahí la fantasía de que los mercados acosan al Gobierno y tenemos que defendernos. Si fueran tan malos, atacarían a todo el mundo, pero es que atacan a España y no a Holanda, o a Canadá… Igual algo tiene que ver lo mal que lo han hecho nuestros políticos. Da lo mismo el color, la historia económica indica que todos los partidos han subido los impuestos: Bush, Sarkozy, Zapatero… Todos.

 

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