“Para ser sostenibles, las empresas tienen que ser humanistas. La sostenibilidad del propósito es indicativa de la sostenibilidad de la organización”
  • "El capitalismo consciente es un ecosistema propicio para el impulso de lo que llamamos empresa humanista"

 en la sección Entrevistas

Avanzamos en nuestro ciclo de conversaciones con Ignacio Campoy, director general de Formación Universitaria

¿Qué define a una empresa humanista? ¿Qué significa que una organización ponga el foco en las personas? ¿Hablar de empresa humanista no es lo mismo que hablar de empresa ética? Abordamos todas estas cuestiones, claves para los nuevos modelos de negocio, en nuestro ciclo de conversaciones con Ignacio Campoy, director general de Formación Universitaria. Os abrimos la puerta por si deseáis entrar.

El capitalismo consciente habla más de propósito que de objetivos. ¿Por qué este nuevo foco? ¿Responde a una nueva moda en la gestión empresarial o a una realidad profunda?

El fondo de la cuestión no responde a la dicotomía objetivos frente a propósito, ni mucho menos. Toda empresa tiene objetivos. No hacerlo es un suicidio de previsión y planificación. Lo relevante precisamente es dónde ponemos nuestro foco. ¿Nuestra misión consiste solo en ganar dinero o buscamos mucho más? ¿Queremos cumplir un propósito que va más allá de los intereses exclusivos y particulares de los accionistas? Este desplazamiento de la visión de trabajar solo por unos objetivos a buscar nuevas metas que satisfagan a todos los grupos de interés, que tenga una misión para con la sociedad es lo que distingue al capitalismo consciente. Un ecosistema propicio para lo que llamamos empresa humanista.

El tejido empresarial español está compuesto en su inmensa mayoría por pymes y micropymes ocupadas y preocupadas por sacar adelante sus negocios y cuentas de resultado. ¿Es un caldo de cultivo apropiado para que prospere esta manera de ver la empresa?

A este respecto considero que no es relevante el tamaño, sino el posicionamiento, el compromiso, nuestro modo de entender los valores y misión de la organización. Es cierto que determinado perfil de empresas o de sectores pueden estar más enfocados a alcanzar objetivos, en ser rentables, al menos hasta alcanzar un fortalecimiento o estructura mínimos. Pero toda empresa puede orientarse en la dirección que comento. Además, hay sectores que por su propia actividad tienen un impacto claro en la mejora social como pueden ser el sanitario, educativo, medioambiental o las propias TIC. En nuestro caso, Formación Universitaria, como referente del ámbito académico, nuestro propósito es mejorar la vida de las personas a través del arma más poderosa para ello como es la formación. Y en esta mejora de la vida de las personas incluimos tanto la de nuestros clientes, como la del resto de grupos de interés: equipo directivo, mandos intermedios, colaboradores, partners, o la propia administración.

¿No resulta paradójico tener que hablar de empresas humanistas cuando siempre han estado compuestas por personas?

El motor de toda empresa son las personas, es cierto. Sin embargo, es pertinente hablar de empresas humanistas porque un número muy relevante de ellas aún operan con criterios del siglo XVIII y XIX, con parámetros similares a los que surgieron tras la Revolución Industrial. Son empresas centradas más en cómo se realizan los procesos y tareas, en la actividad productiva como tal, más que en las personas. De modo que suelen contratar para cubrir puestos y funciones. Las empresas con foco en las personas se preocupan por ellas, por sus perfiles de personalidad, por sus intereses e inquietudes, dándose a conocer con el fin de que compartan propósito y valores. Una relación que se extiende a colaboradores y clientes. En un mundo global, con infinidad de servicios, productos y soluciones a nuestro alcance, la clave se encuentra en cómo nos relacionamos con los demás, con nuestro entorno. Es lo que nos diferencia de manera más auténtica.

¿No será que hablar de empresa humanista es hacerlo de empresa ética, pero con un apellido distinto?

Como principio universal y de partida toda empresa debe ser ética. Lo que se dice debe corresponderse y estar alineado con lo que se hace. De lo contrario, los stakeholders y el mercado se percatarán con rapidez de que no hay congruencia. Aunque esto sea así, nunca está de más recalcarlo. Más aún en un tiempo en que la transparencia gana enteros. Nuestra mentalidad como organización tiene que encajar con nuestros actos, con nuestra actividad visible y con nuestro rastro moral.

Avanzar en una empresa cada día más humanista no es algo que pueda darse de un día para otro. Hay que trabajar hábitos, conductas y comportamientos

¿Y cómo permea todo esto en la organización? ¿Cómo podemos distinguir a este tipo de empresas de otras con estructuras digamos más tradicionales?

Es algo visible y observable desde la dirección o la jerarquía hacia abajo. Las compañías cuyos accionistas tienen una visión, un compromiso y un propósito más allá del legítimo y lícito de ganar dinero se notan. ¿Cómo se transmite esto al resto de la organización? Por reiteración de hábitos, siguiendo modelos y adquiriendo nuevos conocimientos y formación especializada por parte de los equipos. El diálogo, la comunicación y el compartir valores y fines con los profesionales es esencial para su implicación y compromiso. Algo que al final se refleja en los comportamientos. Para ello debe entrar en juego la generosidad por parte de quien dirige o lidera. Lógicamente todo será más fluido si en nuestro equipo contamos con personas alineadas con los propósitos o el propósito empresarial. De ahí la importancia de contratar con nuevos criterios.

¿Las startups, sus formas de operar, sus estructuras de gestión han impulsado los postulados del capitalismo consciente y las empresas humanistas?

Las startups son futuras empresas o compañías en estado embrionario. Están más centradas en el lanzamiento de su producto mínimo viable, en la captación de financiación y nuevos clientes que en otra cosa. Su aportación no debe ser sobreestimada. Realmente esta evolución se produce porque la sociedad ha cambiado. Y podríamos situar el inicio del proceso con la caída de Enron y todo lo que trajo consigo la burbuja de las punto.com a comienzos de los 2000, cuando se sucedieron aquellas quiebras en cascada de empresas más orientadas al negocio que al propósito de trascender, carentes de ética. Es ahí cuando comienza el giro de concienciación posterior sobre cambio humanístico de situar a la persona en el centro de la actividad empresarial.

¿Qué debemos hacer para seleccionar a las personas, a los profesionales que mejor se adecuan a una determinada empresa?

Nuestra personalidad se va construyendo en la etapa que va de los seis a los 16 años aproximadamente. Y en ella tienen mucho que ver el entorno, la familia, los valores que se nos transmiten, la escuela… Es así como forjamos nuestra identidad. En la conformación de la identidad y la personalidad entran en juego las cuatro facetas que ya definió el psicólogo William Marston de dominancia, influencia, sustentabilidad y concienzudo con la norma. Estas cuatro variables forman parte de nosotros, lo que nos diferencia es la prevalencia que alguna de ella tenga sobre las otras. Desde el punto de vista de la comunicación, la cooperación, el trabajo en equipo y la sociabilidad la que tiene mayor peso es la relación que se da entre influencia y sustentabilidad. Según cuál sea más predominante, así será nuestra personalidad. A las empresas humanistas les interesa que se trabajen precisamente los aspectos relacionados con la influencia, la comunicación y la interacción con los demás. Rasgos de personalidad que podemos averiguar realizando los tests pertinentes a nuestros equipos, siempre y cuando se respete en todo momento su privacidad e integridad personal. Esto ayudará a que las personas puedan realizar tareas o estar en puestos que casen mejor con sus motivaciones e inclinaciones.

De acuerdo, pero no todas las empresas y organizaciones pueden estar compuestas por el mismo perfil de personas con el único fin de llegar a un determinado percentil humanista.

Por supuesto, las empresas tienen que contar con todo tipo de perfiles. El secreto está en que cada uno se encuentre en aquella área de la organización con más potencial de desarrollo en función de sus rasgos y características personales. Habrá puestos que requieran de una mayor prevalencia de dominancia, como los puestos de decisión o más jerárquicos, y otros de influencia. Avanzar en una empresa cada día más humanista no es algo que pueda darse de un día para otro. Hay que trabajar hábitos, conductas y comportamientos. Es una meta alcanzable, siempre y cuando, los temas de personalidad queden en la parcela profesional y no en la esfera personal. El respeto debe primar y estar por encima de todo. Para ello se requiere de liderazgos que fomenten el “noscentrismo”, en lugar del “egocentrismo”.

Entonces, ¿es aquí donde radica la verdadera sostenibilidad? ¿Conociendo bien las características de los equipos?

Para ser sostenibles, las empresas tienen que ser humanistas. La sostenibilidad del propósito es indicativa de la sostenibilidad de la empresa. Si una organización es percibida como sostenible y humanista, aún en situaciones difíciles y complejas los clientes, partners y proveedores estarán con ella, contribuirán a su mantenimiento. Invertir en el desarrollo de las personas, es invertir en la auténtica sostenibilidad. Lo demás (económica, social y medioambiental) vendrá como consecuencia de ello.

¿Quiere esto decir que empresas mejores servirán para construir sociedades mejores, sin entrar en “ciencia ficción” ni especulación?

La empresa no deja de ser un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla. No hay más que pensar en cómo eran la sociedad occidental y las empresas que operaban en ella años atrás. Ya he citado el caso Enron como ejemplo. ¿Qué sociedad queremos construir? Si queremos una sociedad más humana, tendremos que apostar y respaldar a empresas más humanas. Para ello debemos trabajar desde la base: la familia, la escuela, las instituciones y entidades públicas. Lo que llamo el factor educador es clave para este fin. Debemos cultivar y prestigiar la cultura del esfuerzo, de compartir, de trabajar en equipo por intereses comunes.

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